"La vida de los otros": Humanizando al sistema


La película “La vida de los otros” (Das leben der Anderen), del director germano Florian Henckel Von Donnersmarck, ambientada en 1984 durante la dominación comunista en la Alemania del Este, nos corrobora la máxima de Rosseau: El hombre nace bueno pero el sistema lo corrompe.

Madrid

Escuchas telefónicas, micrófonos en todos lados, seguimientos permanentes, miedo a hablar y artistas suicidándose por no poder desarrollarse en un sistema opresivo. Ese es el panorama que vivió la población de la República Alemana Oriental (RDA) durante los 40 años que dirigió al país el Partido Socialista Unificado (SED).

Y esa es la realidad que intentó mostrar el director, Florian Henckel, en su novel obra “La vida de los otros” (2006), que cuenta la historia de un agente de la Stasi (la policía secreta) que se le ordena espiar a un pareja de artistas para encontrarles alguna falta “social”. Sin embargo, su lealtad al régimen empezará a tambalear cuando comienza a sentir una empatía con la vida de estos intelectuales. “Es una película que trata acerca de la capacidad de los seres humanos para hacer lo correcto. Es una lucha de los sentimientos contra el orden”, explicó el alemán en Madrid al presentar su ópera prima.

Cinco años de investigación le tomó a Henckel realizar esta producción, que finalmente ha sido un éxito rotundo, con tres galardones en la última edición de los Premios del Cine Europeo y además, consiguió un Oscar como mejor película extranjera. “Acudí a muchas fuentes como el Hohenschönhausen Memorial o el antiguo Ministerio de Seguridad, donde se llegaron a acumular4 millones de fichas y expedientes de espionaje. La verdad es que los sitios me ofrecieron más cosas que algunos libros. Pero hablar con los actores, fue lo más enriquecedor porque muchos de ellos habían sido perseguidos por la Stasi y contarme toda esta represión fue la ocasión de hablar por primera vez”.

Un ejemplo de que la realidad sobrepasa la ficción es que el actor que dio vida al frío y solitario protagonista de la película, Ulrich Mühe, descubrió tras la caída del muro de Berlín que su mujer colaboró con la Stasi y que sus compañeros de teatro habían sido confidentes y espías del régimen alemán. Aquel dato le entregó una fuerza anexa más potente al filme de Florian Henckel.

En otras ocasiones, la historia de la RDA había sido contada con un énfasis más político o propagandístico. Esta vez, el cineasta bávaro de 33 años quizo cambiar ese hecho y apuntó su cámara a un lado totalmente distinto y más fresco, más humano. “Yo he hecho un filme en lo que importa es el amor, la fidelidad, las traiciones, sobre cómo un Estado puede violar la vida privada de las personas. Lo importante de mi argumento era el ser humano porque sino no era arte”.

Un elemento que sorprenden es como el filme afectó a los ciudadanos de la ex RDA y sobrepasó la frontera de lo cinematográfico en la Alemania reunificada. Desde su estreno, el número de ciudadanos que han acudido a leer los archivos de la Stasi, para saber hasta dónde llegó la invasión de su intimidad y sobre todo quién o quienes fueron los confidentes que facilitaron el trabajo de la polícía secreta ha ido en aumento. “Si bien mis padres procedían del Este, yo pasé mi vida fuera de la RDA pero cuando volvía a visitar a amigos y parientes se podía notar que todos, incluso hasta el final del régimen de Honecker, sentían miedo. Miedo de la Stasi, miedo de sus 100 mil funcionarios, que habían sido cuidadosamente entrenados para investigar “la vida de los otros”, la vida de aquellos que pensaban de forma distinta, que tenían espíritu demasiado libre y, sobre todo, la vida de los artista. Porque ninguna esfera privada era sagrada”, concluyó Florian.

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