Jorge Volpi: El Código Da Vinci es una novela pésima


El escritor mexicano en su último libro ‘Mentiras contagiosas’ llama a proteger a las novelas complejas porque están siendo amenazadas por la ‘pandemia’ de las novelas banales. Además, considera a Roberto Bolaño el último gran escritor latinoamericano. “La actual generación ya no se identifica con esa tradición literaria”.

MADRID

La lectura de una entrevista a Paul Auster tras recibir el Príncipe de Asturias en 2006 fue lo que encendió la llama de la última creación de Jorge Volpi (40), “Mentiras contagiosas”. Un libro de ensayos de ficción, escritos a los largo de 10 años de profesión, que trata del arte de la novela y su paralelismo con organismos vivos y virus en su objetivo de “contaminar” el mayor número de mentes.

Si bien Auster es uno de los escritores que Volpi admira, su categórica afirmación de que las novelas no sirven para nada despertó más que la ira del azteca, el ingenio. “Yo estoy totalmente en desacuerdo. La novela y los textos de ficción sirven para algo, no han sido inventados nada más para entretenerse o pasar el tiempo. Las novelas, por la profundidad que adquieren, nos permiten durante un tiempo creer que somos capaces de comprender o por lo menos de hacernos preguntas más profundas sobre el otro”.

A partir de ahí el mexicano, que formó parte de la conocida “generación crack”, empezó a desarrollar un juego literario con elementos de humor y las teorías del libro “El gen egoísta” del etólogo británico Richard Dawkins. Según este experto, las ideas se comportan como genes y por lo tanto, también como una especie de parásitos o virus. “La novelas son máquinas de supervivencia de las ideas propias de la ficción. Pasan de mente en mente. Algunas, las más aptas, terminan sobreviviendo, pasan de generación en generación y terminan convirtiéndose en clásicos. Otras se extinguen sin remedio”.

Tan mimético es el comportamiento de las novelas que, al igual que ocurre con la evolución, sólo las más aptas sobrevivirán y el futuro prometedor será para las que mejor se adapten a su tiempo. “Algunas grandes novelas tienen una capacidad de adaptación gigantesca como el Quijote, que ha sido leído, adaptado, variado, transformado, mutado infinidad de veces hasta nuestro días y aún se sigue leyendo”, explicó.

Siguiendo con la metáfora científica y el universo de Volpi, las obras compiten entre sí en un ecosistema literario con el objetivo de llegar a los lectores. “La competencia hoy es brutal porque son pocos los libros que podemos leer en una vida. ¿2000 ó 3000?... Hay que entender también que en esta época los libros tienen una vida media de un mes o menos porque si no se han vendido rápidamente, salen de las estanterías de las librerías”.

Pero los problemas empiezan para Volpi cuando algunas novelas tienen la capacidad de replicarse y terminan convirtiéndose en cánceres, en epidemias o en pandemias. El paradigma para este caso, en su opinión, lo constituye el ‘Código da Vinci’.

“Es una novela pésima que ha robado elementos genéticos de otras partes que son bastante atractivos. Lo femenino en la religión católica, cierta estructura de misterios, una composición rupestre y así ha alcanzado una capacidad de multiplicación sin límites. Es una pandemia que ha sido leída por al menos 10 millones de personas. Por fortuna con el ‘Código da Vinci’ ocurre lo mismo que con el virus del resfrío. Pasan unos tres días después de haberlo leído y luego nadie se acuerda de él”, aseveró sarcásticamente.

Aunque muchos textos pueden desarrollar un efecto contagioso temporal dentro de la estructura de Volpi, existen novelas verdaderas que no son virus, sino novelas artísticas o complejas. Y de hecho, conforman una herramienta indispensable para la especie humana. Por ello hay que defender el pensamiento crítico que reside en ellas para que no tiendan a desaparecer. Volpi exhorta a “dejarse infectar” por los virus de Sergio Pitol, Cabrera Infante, Juan Rulfo o Roberto Bolaño.

El autor mexicano tampoco olvidó la función catárquica de la literatura: “La novelas son importantes porque al igual que la ciencia son profundas, profesionales y desprejuiciadas exploraciones de lo humano y del lenguaje. Es la única herramienta humana que permite que, por unos momentos, un ser humano atrapado en su propia piel crea que es otro. O es la única que deja que el lector comparta la experiencia ajena de un escritor o de los personajes ficticios”, explicó.

Bolaño, el último capítulo latinoamericano

El autor chileno Roberto Bolaño y su creciente popularidad, también tienen cabida en el último capítulo de ‘Mentiras contagiosas’, texto que llegará en junio a Latinoamérica. Lejos de ser una moda pasajera, Volpi los considera el escritor más importante en lengua española de finales del siglo XX.

“Yo tuve una relación cercana con él. Sus dos grandes novelas ‘2666’ y ‘detectives salvajes’ son obras maestras pero ahora Bolaño está teniendo una lectura generacional. Los menores de 40 lo idolatran no sólo por razones literarias, sino también por la permanencia de su espíritu en el tiempo. Es algo parecido con lo que pasó con ‘Rayuela’ de Cortázar en su época”, señaló.

Dejando al descubierto su gran admiración por el autor de “Nocturno de Chile”, no escatima en halagos y toma una actitud de provocación al afirmar que Bolaño es uno de los pocos últimos escritores que realmente conoce la tradición latinoamericana en su conjunto. “Bolaño era impresionante en ese sentido. No sólo era capaz de entender toda la tradición de la narrativa latinoamericana del siglo XIX sino también la del siglo XX… En este tiempo, la mayor parte de los escritores jóvenes no tienen tan presente esta tradición ya que responden a otra”, explicó Volpi, incluyendo entre sus favoritos del espectro literario nacional nombres como Alejandro Zambra, Alejandra Costamagna y Alvaro Bisama.

En ese mismo sentido, Volpi aseguró que las nuevas generaciones de literatos ya no pueden ser llamados marginales ni ser vanguardia puesto que en el mundo post capitalista de consumo todo lo que nace ‘Underground’ a los tres días se vuelve ‘Mainstream’.

“Lo que en los 60 parecía contracultura y desafío a la centralidad del poder, en los 80 y en los 90 es parte del sistema. Desde entonces todo lo que intenta estar al margen se convierte inmediatamente en algo aceptado, tolerado, homogenizado y pasteurizados”, concluyó.

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